Hoy en día a todos nos suenan los nombres de Belén Esteban, Jorge Javier Vázquez, Miguel Ángel Revilla o Mercedes Milá, así como muchos otros. Pero, ¿qué suelen tener todas estas personas en común, aparte de ser famosos por muy diversos temas y aparecer con frecuencia en los distintos programas televisivos dedicados a la prensa rosa? Todos comparten “la afición de escribir libros” donde cuentan sus memorias o recogen algunas de sus vivencias tanto personales como profesionales. Con esta entrada pretendo hacer una breve reflexión sobre el por qué estos “escritores” resultan necesarios para las distintas editoriales en las que publican sus libros.

Belén Esteban alcanza los 100.000 libros vendidos (extraída de La Cosa Rosa)
Quiero entrar en la famosa polémica que se originó a raíz del famoso artículo de la escritora madrileña Almudena Grandes “Elogio a la literatura” publicado en El País el día 2 de junio de 2013. Recuerdo que vi durante esos días los distintos programas televisivos dedicados al cotilleo, los cuales no tuvieron piedad con la escritora. Si bien es cierto que ella atacó a estas personas, y por ello entendí el malestar de los famosos televisivos, el problema, creo, no reside ahí. Ella no pretendía atacar directamente a los autores, sino que pretendía hacer un alegato por la lucidez y por el progreso cultural de nuestro país y de nuestra sociedad. Su objetivo era que, como el artículo se publicó en vísperas de la Feria del Libro de Madrid, los visitantes eligiesen la verdadera literatura, la de los escritores en la sombra, la de los escritores que se pasan meses e incluso años para poder dar forma a sus pensamientos e ideas.

Como ella dice en el artículo, cada uno es libre de leer y ver lo que le plazca, pero no se puede negar que leer libros de este tipo no es lo mismo que leer un libro de un buen autor, de alguien que se ha dedicado realmente a ofrecer algo trabajado. No puede ser lo mismo porque, a mi parecer, lo primero no es escribir (ya que muchos de ellos ni escriben sus libros) mientras que lo segundo no solo es escribir, sino que es mucho más, es algo que ayuda al desarrollo humano y cultural. Permítanme decir que no te puede aportar lo mismo leer la vida de Jorge Javier Vázquez, las batallas políticas de Miguel Ángel Revilla o hacer un repaso por los distintos desplantes de la presentadora Mercedes Milá, que leer unas páginas de Anatomía de un instante de Javier Cercas o El último catón de Matilde Asensi, por ejemplo.

Ahora bien, lo más triste de todo esto es que los personajes televisivos “escritores” son muy necesarios para el mundo editorial, ya que ellos son los que pueden hacer posible que a los buenos escritores se les pueda publicar. No es algo inventado esta última afirmación. Los datos están ahí. Recuerdo que el último libro del que fue presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, en apenas cinco días ya andaba por la séptima edición. Esto, para un escritor de los de verdad, de los que se dedican al mundo de la pluma, es algo muy difícil. Solo los más grandes escritores consiguen que sus libros tengan éxito comercial; pero esto, para la industria editorial, no es suficiente.

Las editoriales fagocitan todo, son los agentes literarios de la actualidad. Con estos fenómenos televisivos sacan el dinero suficiente para obtener beneficios y para poder proponer a los escritores serios sus libros. Son muy conscientes de que los famosos tienen mucho tirón pues son muchas las personas las que siguen sus programas de televisión. Solo tienen que pensar en el momento en que Belén Esteban sacó su libro a la venta, cuando se organizaron distintas sesiones de firma de libros, generándose colas kilométricas; o en el libro de Jorge Javier Vázquez, el cual estuvo durante meses paseándose por distintas ciudades españolas firmando libros, como si de un premio Nobel se tratase. Algo especialmente cruel si tenemos en cuenta la auténtica situación de nuestros Nobel de Literatura, abandonados al olvido de los libros de texto.

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